lunes, 24 de septiembre de 2007

Odisea en Europa (y Bolivia)


Gustavo Mendoza se entrevistó en España con el hijo de Narciso Ibáñez Menta


El cineasta de Villa Urquiza viajó en enero del 2007, a la madre patria para filmar a Chicho Ibáñez Serrador y completar su película sobre el actor ya fallecido, icono del género de terror. En esta nota cuenta sus peripecias para llegar al viejo continente. Dificultades financieras, aviones con problemas y desencuentros con el entrevistado.

Por Gustavo Leonel Mendoza
nadieinquietomas@yahoo.com.ar

Hace dos meses este amable periódico tuvo la gentileza de sacar una nota sobre el filme homenaje a Narciso Ibáñez Menta, del cual tomé la iniciativa de realizarlo. En esta oportunidad contaré la experiencia de lo que me costó llegar a la persona que más lo conoció, su hijo, el icono de la televisión española, don Narciso Chicho Ibáñez Serrador.

Al gran Narciso Ibáñez Menta lo pude entrevistar en 1997 en el Festival de Cine de Mar del Plata, donde lo incluí en dos documentales: Argentina Bizarra y Terror en el cine argentino. En 2004 Ibáñez Menta falleció y pasó a la abstracción aunque, para mí, no está muerto. Es entonces cuando decidí brindarle un homenaje a su figura y obra. En mi caso, la fascinación hacia su arte la comenzó con la última gran obra televisiva: El pulpo negro (1985).

Pude entrevistar a muchos colaboradores, amigos y coleccionistas, pero me faltaba el testigo más importante: su hijo, el creador de El asfalto, El televisor y El trapero. Y no tenía dinero para emprender el viaje hasta Madrid... A fines de 2004 intercambiaba correspondencia con Chicho, él me decía que fuera a España pero no podía. Soy también empleado de una empresa telefónica y mi sueldo no me lo permitía. En 2005 me enteré de que Ibáñez Serrador no se encontraba bien de salud y quise más que nunca ir a filmarlo. Durante un año llamé dos veces al mes a su secretaria -a veces más, divina, pobre Paloma- y nada.

A fines de 2006 recurrí a la persona que más sabe de Ibáñez Menta, Graciela Restelli, mujer que lo conoce a Narciso desde los seis años (le escribía cartitas y Narciso se moría de risa). Ahora, ya adulta, está escribiendo un libro acerca de su vasta obra teatral. No podía esperar más. Le pedí a Graciela que lo llamara a Chicho a la casa para que yo me pudiera comunicar después. Lo llama y me dice que me comunique con él. Hablo con Chicho. Me dice que vaya a Europa. No lo podía creer.

Saqué un “vampírico” préstamo en “el banco que a usted no lo beneficia” para poder pagar semejante gasto en el viejo mundo (¡un euro a cuatro pesos!) y pedí vacaciones. Llamé para confirmar y Chicho se había ido a Barcelona, llamé de nuevo y no me confirmaron si estaba o no. Hice cuatro cambios de pasaje y desconocía el destino de Chicho, mi desesperación iba en aumento. Ya no podía seguir cambiando de fecha porque iba a ser más caro el pasaje (era época de alto turismo, diciembre y enero). Pero llegar a Madrid no iba a ser fácil.

Viajé en la aerolínea más económica que pude encontrar -nunca pensé en Air Madrid, menos mal- y mi traslado al mundo ibérico fue a través de una aerolínea boliviana. Siempre tuve interés en ese país, pero gracias al destino conseguí conocerlo de cerca. Llegué a Santa Cruz de la Sierra y tenía cuatro horas de trasbordo hasta el vuelo a Madrid. El servicio de cafetería del minúsculo aeropuerto estaba muy requerido (70 personas esperando a sólo tres mozos que hacían lo que podían). La gente fumaba, el lugar no tenía ventilación y el aire estaba viciado.


Perdido en Bolivia

Nuestro avión no salía. Pasaron ocho horas y nadie de la aerolínea informaba nada, nadie se hacía cargo. Una familia de Zaragoza me hacía compañía para pasar ese mal rato. Marie-Carmen, divertidísima española de diez años, imitaba a Floricienta y la gente se mataba de risa. Su madre, salteña, trataba de controlarla. Trescientas personas esperando viajar, 200 bolivianos y el resto extranjeros de España, Argentina, Israel e Italia. Era como un “gran hermano de víctimas de aerolíneas económicas”. Pasaron las horas y apareció un ejecutivo de la empresa, que se subió a un banquito. La gente estaba enardecida, muchos de ellos habían perdido su dinero con Air Madrid. “Les tengo una buena y una mala noticia. La mala es que no viajan, la buena es que van a ir a un hotel de cinco estrellas para pasar la noche”. Esto fue dicho con palabras muy rimbombantes y técnicas, como para no ser linchado por la masa.

Nos quejamos, pataleamos, pero el avión (nuestro avión) estaba en la pista. Todo porque no tenía combustible. Escuché de un caso que los pasajeros, creo que españoles, hicieron piquete en la salida de los aviones y a esos sí los dejaron volver a sus hogares. Nos llevaron sin hacer registro (check-in) en la aduana. ¡Estábamos en Bolivia ilegales! Subimos a unas combis de feo aspecto y una empleada de la aerolínea nos pidió que le entreguemos los pasajes para un control. Todos estallaron, le decían que no era confiable y algunos lo dieron. Estábamos cansados, fastidiosos y tampoco ayudaba la humedad hostil del país. Yo, con mi cámara Mini-DV prestada a cuestas, pensaba: “¿y si filmo todo esto?”. Porque si lo cuento nadie me va a creer. Pero sólo hago películas que me satisfagan y eso no lo estaba disfrutando...

Llegamos al hotel, muy lindo por cierto. La otra combi tuvo un choque: venía rápido, el suelo estaba mojado y no pudo frenar. Se incrustó en una de las pareditas del jardín del hotel. Por suerte nadie resultó herido aunque lo estábamos por haber elegido pagar 500 dólares menos, que es lo que me ahorré con respecto a otras aerolíneas (con menos aventuras, por cierto). Durante el día la gente en el hotel seguía preocupada porque nadie esperaba estar ahí, yo tenía que filmar una película e iba a tener un día menos para lograrla. Decidimos conocer el lugar, porque nos decían que recién a la tardecita saldría el vuelo. Así que paseamos por Santa Cruz. Es una ciudad pintoresca y la gente muy amable, hay mucho dinero, bellas mujeres y autos caros. Lo incómodo con nosotros es que no pudimos cambiarnos de ropa. En el avión estaban nuestras valijas y nos habían dicho, muy campechanamente, “hay 400 valijas, es un problema si se las damos ahora”. Por eso nos compramos remeras y otras prendas que nos pudieran servir como para no estar fastidiosos.

Cenamos y se acercaba la hora del vuelo. Durante todo el día ni nos avisaron cuando salía, tuvimos que averiguarlo nosotros. No nos venían a buscar. Eran las 21.40 y el avión salía a las 22. En el exterior del hotel pegué un grito: “¡Las mujeres y los niños primero!”. Y nos lanzamos como desesperados a los taxis: en el mío el chofer iba a 110, se puso a hablar por celular y con el asfalto mojado, era un peligro. Llegamos por fin al aeropuerto. Nos alegramos cuando nos confirmaron que el vuelo sólo saldría tres horas más tarde.

En interior del avión llovía, pero no eran goteras. Era el líquido que se desprendía del aire acondicionado. Sólo esperaba que remontara vuelo, se mantuviera en el aire, aterrizara y pudiera hacer la película. Pasaron once horas de vuelo hasta llegar a Madrid. Cuando la voz de la azafata nos agradecía el haber elegido esa aerolínea, salieron de mi boca dos palabras que usó el personaje del cuento El cuervo, de Edgar Allan Poe: ¡Nunca más!”. Y los 300 me siguieron al unísono, con algunos chiflidos y aplausos. En Madrid, al fin, llamé a Chicho y no estaba. Recurrí entonces a mi as en la manga. La llamé a Susana Canales, gran actriz y una mujer maravillosamente divertida, que fue pareja de Chicho por diez años. “Vos dejame a mí”, me dijo. La volví a llamar y me dijo: “Está todo bien. Llamalo”. Lo llamé a Ibáñez Serrador, confirmé la entrevista, volví a la habitación del hostal y me largué a llorar.

Al fin, la entrevista

En casa de Chicho, muy refinada y excéntrica, filmamos cuatro horas. Estaba muy preocupado por su vecina María Estela de Perón. “Una mujer gris”, la definió. Fue la mejor entrevista de mi vida. Estaba acompañado por dos excelentes camarógrafos y amigos. Uno de ellos, Ezequiel Degastaldi, vino desde Pamplona para ayudarme. También filmé a Jacinto Molina (Paul Naschy), un icono del terror hispano que trabajó con Narciso en el clásico El retorno del hombre lobo.

En Barcelona a Sebastián D’arbó, parapsicólogo y cineasta catalán que realizó tres películas con Narciso como protagonista. Y a Manuel Galiana, gran actor de Historias para no dormir, El último reloj y El extraño caso del señor Valdemar, entre otras.

No pude pasear mucho, no tuve tiempo de conocer chicas, pero cumplí el sueño de mi vida. Pude conocer y aprender de estos “mostros” sagrados haciendo lo que me pidió la vocación. Creo, humildemente, que eso debemos hacer todos: seguir lo que nos indican los deseos y el corazón.


El espíritu de la charla

Afueras de Madrid. Llegamos en taxi con el pamplonense Mauro y con el argentino convertido en pamplonense Ezequiel Degastaldi, quienes me ayudarían a filmar la entrevista. Caminamos como tres cuadras entre lujosas casas y llegamos a la residencia de Ibáñez Serrador. Nos atendió el asistente de Chicho, Rogelio, muy macanudo y de ascendencia portuguesa. Esperamos una hora al maestro, mientras preparábamos el equipo. Curioseamos la cantidad enorme de premios expuestos en bellas vitrinas, además de la gran colección de arte asiático y pictórico del famoso uruguayo de la TV española. Cuando apareció Chicho, para mí fue una gran emoción. Le entregué unas atenciones que le había traído: grandes fotocopias color de la revista Leoplan, donde aparece su hermosa madre, Pepita Serrador (de origen catalán), y él de niño jugando con su mamá, además de otros presentes. Chicho chocho.

La entrevista fue muy relajada y amigable, fue una charla realmente. Luego Ezequiel me retó porque hablé demasiado. Tenía planificada la entrevista como tengo estructurada la película de Narciso Ibáñez Menta. Que me contara desde cuando fue un niño prodigio Narcisín, cuando conoció a Lon Chaney y se convirtió en un excelente caracterizador para volverse un monstruo y matar al niño prodigio. Los hitos televisivos, cinematográficos y teatrales... Chicho contó que trabajó adaptando El fantasma de la ópera, que aquí en Argentina fue un éxito absoluto. Luego el uruguayo Ibáñez Serrador partió a España, hizo televisión y no volvió a la Argentina: “Cuéntenme, ¿qué podría yo hacer de negocios en Argentina?”, me preguntó.

También nos habló de algo muy interesante y que para mí es genial: las Historias para no dormir. Recuerdo que pude ver algunas en los 80 por Canal 7, presentadas por Rómulo Berruti en el Kenia Sharp Club. El asfalto, El televisor, El trapero y Freddy, el muñeco son algunos de los títulos donde trabajaron Chicho y Narciso. No podía desperdiciar que me contase sobre sus tres películas: La residencia, Quién puede matar a un niño y La culpa. Su secretaria me contó que Quentin Tarantino es fanático de sus películas. “Ah, sí, Tarantino...”, asintió.

Ibáñez Serrador decía que su padre lo prefería como adaptador, sobre todo de las obras de Edgar Allan Poe. “Yo a los siete años ya había leído todo Poe”, señala. Durante la entrevista el dueño de casa fumó habanos cubanos, con su nombre, y el maestro nos regaló uno a cada uno. Conseguí cuatro horas de Chicho. Luego de la entrevista nos invitó a una magnífica mesa de fiambres (¡jamón de pata negra!) y vino reserva de Rioja, manjar de los dioses. Más no podía pedirle a la vida. “¡Rogelio! Tráete por favor otra botella más que estos borrachos ya se la terminaron”, pidió entre risas.

Los chicos que me acompañaron (Ezequiel Degastaldi (argentino) y Mauro (de Pamplonés), tenían que regresar a la antigua Pamplona y pidieron retirarse. Chicho medio se enojó porque nos teníamos que ir, aunque yo me hubiera quedado. Cuando mis amigos volvieron en tren, se pasaron 200 kilómetros (llegaron a San Sebastián) por quedarse hablando de la experiencia que vivieron. Rogelio me dejó en la Plaza Castilla, donde miles de españoles se reunían para protestar por los atentados de ETA. La voladura de la T4 en el aeropuerto de Barajas estaba muy presente.

En mi caso, mientras caminaba hacia el hostal, tenía una sonrisa de oreja a oreja. Había cumplido el objetivo. Y si quieren saber más del resto de los entrevistados y de lo que dijo Chicho tendrán que esperar a ver la película.

(Reproducido en el periódico "El barrio")

http://www.periodicoelbarrio.com.ar/auxmarzo2007.asp?url=N96nota4.asp&anio=8&nro=96&mes=MARZO&fecha=2007

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